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lunes, 28 de noviembre de 2011

EL AURA DEL BEBE

Cuando el bebé nace no tiene un sistema de chakras desarrollado,(solo el chakra Corona está abierto) vive dentro del aura de la madre y a través de su sistema de chakras. Conforme va creciendo se desrrolla su propio sistema energético, separando de forma gradual cada chakra del aura de la madre, hasta completar el proceso.
La información siguiente pertenece al libro de Barbara Ann Brennan "Manos que Curan", la cual me pareció instructiva e interesante, ya que puede ser de gran ayuda para conocer y entender al Alma y a nuestro campo energético.
En el momento de la concepción el alma crea un ralación con el óvulo fertilizado, formando una matriz étera que protege al alma de cualquier influencia que no sea la de la madre.
Conforme el cuerpo del feto crece, el alma va deslizandose desde el mundo espiritual y conectándose paulatinamente con el cuerpo, produciendose una rápida conciencia de conexión, provocado por un destello profundo de energía consciente en el momento que el feto dá señales de vida.
En el nacimiento el alma pierde el útero protector y queda sometida a las inflencias del entorno, encontrándose por primera vez sola en el mar de energías que nos rodea.
Este despertar al mundo físico prosigue en la lactancia e infancia. El bebé duerme con frecuencia mientras el alma habita sus cuerpos energéticos más elevados, dejando suelto el étereo y físico para que se realice la construcción del cuerpo.
El alma del bebé debe ir acostumbrandose a las limitadas sensaciones físicas y al mundo tridimensional.
Al tener el alma cierta conciencia del mundo espiritual, muchas veces le cuesta la adaptación a este nuevo mundo.
Además del alimento físico, la lactancia proporciona al niño energía etérea. En cada pezón hay un pequeño chakra que le aporta energía. Recuérdese que los chakras del bebé no están desarrollados y que, por tanto, no metabolizan todas las energías del campo energético universal que necesita para apoyar su vida. 
El alma entra y sale del cuerpo por el chakra Corona y va ocupandose para abrir el chakra Raíz o Base, y así conectarse a las raíces del plano físico. Este chakra es muy pequeño a comparación de las dimensiones del Corona y ocurre lo mismo con el resto de chakras, tienen formas pequeñas y poco profundas.
Después del nacimiento se mantiene una fuerte conexión entre la madre y el hijo, siendo el momento más firme en el alumbramiento. Durante toda la vida estarán unidos, pero conforme el niño crece se irá haciendo menos intensa.
Este cordón umbilical psíquico los mantiene unidos en el trancurso de los años, haciendo que a veces se tenga consciencia de experiencias traumáticas que vivan cualquiera de ellos, aunque se encuentren físicamente a una gran distancia.
El campo del niño está totalmente abierto y es vulnerable al ambiente en el que vive. El niño detecta todo lo que sucede entre sus progenitores, tanto si sus relaciones son claras como si no lo son.
Reacciona constantemente a su entorno energético de forma acorde con su temperamento. Puede
sentir vagos temores, tener fantasías o berrinches o estar enfermo. Todo los chakras del niño están
abiertos en el sentido de que no cuentan con una película protectora que mantenga al margen las
influencias psíquicas que llegan hasta él. Ello hace que el niño sea muy vulnerable e impresionable. Así, aun cuando los chakras no están desarrollados como los de un adulto y experimentan de forma vaga la energía que penetra en ellos.

Alrededor de los siete años de edad, sobre las aberturas del chakra se forma una pantalla protectora que filtra muchas de las influencias del campo energético universal. De este modo, el niño pierde su anterior vulnerabilidad. Esta fase se puede observar cuando el niño crece y se individualiza. Es un momento próximo al de la aparición del raciocinio.
Conforme el niño crece y se desarrolla se van formando los chakras inferiores. Los tres primeros centros -el físico, el emocional y el mental del plano terrestre- trabajan juntos para expresar la primera fase de la encarnación del alma. El color amarillo aumenta en su Aura.
El reto de la adolescencia, como en todas las fases del crecimiento, consiste en hallar el yo y mantenerse fiel al mismo a través del caos de los cambios físicos y emocionales, los dulces deseos y los dolorosos rechazos.
A medida que el niño se acerca a la pubertad se empiezan a producir grandes cambios en todo su
cuerpo y en el campo energético que lo rodea. Se añade más verde al aura. El espacio es penetrado por las vibraciones de los amigos. Conforme al chakra del corazón se abre a nuevos niveles de sentimientos.

El amor emerge desde lo más profundo de la psique, el campo se inunda de un bello color rosa. Se activa la pituitaria (chakra del tercer ojo) y el cuerpo empieza a madurar convirtiéndose en adulto. Todos los chakras son afectados por estos cambios. En ocasiones, el individuo acoge con excitación estas nuevas vibraciones; en otras, las detesta porque acarrean nuevos deseos y una nueva vulnerabilidad que el individuo no ha experimentado antes. A veces, todo el campo resultará alterado y los chakras quedarán totalmente desequilibrados, mientras que en otras ocasiones todo fluirá de manera armónica.
Para cuando termina la adolescencia ya están definidos los chakras y la pauta energética utilizada por el individuo. Todos los chakras han adoptado una forma adulta. Es en este punto cuando el individuo puede tratar de asentarse y no sufrir más cambios.
En la madurez, el «yo-tú» se expande para incluir a la familia personal, que crea su propia forma
energética. Nuevas energías que fluyen por el chakra de la garganta ayudan a este proceso personal de dar y recibir.

Es posible que el corazón se abra para acoger no sólo el amor a la pareja y los hijos, sino también el amor a la humanidad. 
El color del aura se percibe de un bello tono lila. Entonces se convierte en la integración de la conciencia del yo, el otro y el grupo. 
A medida que el tercer ojo se abre a vibraciones más altas, uno empieza a ver la unidad de todas las cosas y puede apreciar, al mismo tiempo, la preciosa exclusividad de cada alma individual dentro de esa unidad.

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